El “medio-persona”: el fenómeno emergente en la comunicación digital
¿Esta es la nueva manera de hacer periodismo?
Durante los últimos años, hemos sido testigos de una transformación estructural en la manera de comunicar. No es algo que haya ocurrido de golpe, sino un desplazamiento progresivo en el que las figuras del periodista, el editor, el creador de contenido e incluso el especialista o el académico de moda han empezado a operar bajo una lógica que podríamos describir como individualista, pero al mismo tiempo conectada: cada vez más personas se convierten en su propio medio de comunicación.
Desde hace varios años comenzado a pensar este fenómeno bajo el concepto de “medio-persona”, una figura híbrida que no pertenece del todo a una institución o empresa periodística, pero que tampoco se ubica únicamente en la esfera personal. El fenómeno lo abordé en 2017-2018 en mi tesis de Licenciatura y es hasta el día de hoy que puedo sentarme a escribirlo de manera más estructurada.
Los medios-personas, son individuos que, con nombre y apellido, han hecho de su presencia digital una estructura de difusión constante: informan, opinan, curan, promueven, crean conversación. Ya no es necesario trabajar en una redacción para tener influencia informativa.
Este giro tiene implicaciones profundas. En su artículo para Nieman Reports, la periodista Julie Craven lo resume con claridad: “tener tu propia marca es clave para sobrevivir en el mercado actual del periodismo” (2022). La idea de “marca personal” ya no es exclusiva de influencers o emprendedores; se ha convertido en una estrategia de legitimación para periodistas que enfrentan la precarización laboral o la desconfianza en las instituciones mediáticas tradicionales. Taylor Lorenz, reportera de tecnología en EE.UU., ha sido una de las voces más claras sobre este punto: “los periodistas deben convertirse en su propia entidad”.
En América Latina, este fenómeno se acentúa. Carmen Aristegui, Adela Micha o Alejandro Páez Varela junto con Álvaro Delgado no sólo son periodistas o comunicadores con trayectoria, sino plataformas completas con identidad propia. Su audiencia los sigue por lo que representan, más allá del medio donde trabajen. En el caso de Aristegui Noticias o Los Periodistas, el proyecto lleva el apellido o el cargo como parte del logotipo. La frontera entre el medio y la persona se diluye, o tal vez se reconfigura.
Pero no se trata sólo de figuras públicas con larga carrera. En Brasil, el canal MyNews en YouTube —fundado por Mara Luquet— alcanzó más de 345 mil suscriptores en dos años y logró sostenerse económicamente sin depender de un conglomerado mediático. En México, otro ejemplo reconocible es La Saga de Adela Micha, ya que enfrenta un fenómeno similar y esto representa que cada vez más comunicadores recurran a plataformas como Substack, newsletters, cuentas personales de TikTok o canales de Telegram e Instagram como vías principales para informar. El medio-persona aparece entonces no como una excepción, sino como una tendencia estructural, misma que responde a un contexto sociocultural y sobre todo tecnológico.
Este cambio también habla de la descentralización del ecosistema mediático. El informe Digital News Report 2024 del Instituto Reuters revela que el consumo de noticias en redes sociales ha crecido exponencialmente en países como México, Brasil y Argentina, desplazando a los medios tradicionales entre las audiencias jóvenes. La información llega por recomendación de una persona de confianza: alguien que “te gusta cómo habla”, que comparte contenido directo, o que simplemente “explica mejor” que un ancla de noticiero.
Desde la sociología, este proceso podría entenderse como una forma de mediatización del individuo. La socióloga Alice Marwick y la antropóloga Danah Boyd hablaron de “micro-celebridad” para referirse a ese estado en el que una persona gestiona su visibilidad con herramientas de autopromoción, lo que hoy forma parte del funcionamiento cotidiano de muchos periodistas. En redes sociales, la autoridad se construye con engagement, consistencia, estilo y cercanía.
Y sin embargo, esta nueva lógica también trae riesgos. ¿Qué sucede cuando la información depende del alcance de una sola persona? ¿Cómo se verifican los datos? ¿Cómo se sostiene económicamente ese trabajo? ¿Qué ocurre con la línea que separa la opinión del hecho, o el periodismo del entretenimiento?
El periodista se convierte entonces en una unidad mínima de infraestructura, una redacción de un solo cuerpo. Produce, edita, publica, promociona, responde, modera, vende. No siempre hay tiempo —ni recursos— para aplicar criterios editoriales rigurosos. Y sin embargo, la audiencia está ahí.
Esto no es necesariamente bueno ni malo, pero sí revela un cambio de fondo: la autoridad informativa se está redistribuyendo. Las personas no sólo consumen medios: los personifican. Ser un medio se ha vuelto posible y hasta deseable. El reto, como siempre, está en el contenido.
Y en cómo decidimos usar esa voz.
Este fenómeno que describes no creo sea exactamente nuevo. Lo que ha cambiado —radicalmente— es el set de herramientas. Hoy cualquiera puede ser medio, pero eso no significa que todos tengan algo que decir. O peor: que lo que digan tenga raíz, contexto o verdad.
Las tecnologías han democratizado la emisión, pero no la autenticidad. La viralidad no garantiza profundidad, y el algoritmo rara vez premia la pausa o la duda.
Por eso terminamos acá, en espacios como este. Buscando voces como la tuya, que no tienen diez millones de seguidores, pero sí algo mucho más raro: una mirada que no es genérica.